En última instancia, el futuro de las energías renovables depende en gran medida de un elemento crucial: el almacenamiento de energía. La innovación en este campo es esencial porque está directamente relacionada con la eficiencia y el costo de las energías renovables, y por lo tanto, su viabilidad para un uso más amplio.
El mayor desafío con las energías renovables como la solar y la eólica es que son intermitentes. El sol no brilla por la noche, y el viento no siempre sopla. Por lo tanto, necesitamos una manera de almacenar la energía producida para su uso cuando se necesita.
Empresas y centros de investigación de todo el mundo están investigando y desarrollando nuevas tecnologías de almacenamiento a gran escala que permitirán el almacenamiento de energía en cantidades cada vez mayores, y más eficientemente.
Un ejemplo es la tecnología de baterías de ion-litio, que actualmente domina el mercado de almacenamiento de energía. Sin embargo, estas baterías tienen limitaciones en cuanto a la duración y la capacidad de almacenamiento, y también plantean problemas medioambientales y de seguridad.
Por eso las miradas están puestas en nuevas tecnologías. Un ejemplo es el almacenamiento de energía en forma de gas, es decir, el almacenamiento de energía en forma de hidrógeno o metano, que puede ser producido por electrólisis a partir de fuentes de energía renovable.
Este gas puede ser almacenado a largo plazo y luego convertido de nuevo en electricidad cuando sea necesario. Además de ser una solución prometedora para el almacenamiento a largo plazo, esta tecnología también podría desempeñar un papel clave en la futura red de energía 'verde'.
El éxito de estas y otras tecnologías de almacenamiento innovadoras será un factor clave para alcanzar metas de sostenibilidad y contribuir a luchar contra el cambio climático. Sin duda alguna, el camino hacia las energías renovables implica la constante búsqueda de nuevas y mejores formas de almacenar energía.