En las últimas décadas, el mundo ha sido testigo de un cambio significativo en la forma en que se produce y se consume energía. Este cambio no solo se ha observado en los países desarrollados, sino también en los países en desarrollo, donde la energía renovable está comenzando a jugar un papel fundamental para el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental.
La transición hacia fuentes de energía renovables, como la solar y la eólica, presenta desafíos y oportunidades únicas. Por un lado, estos países enfrentan barreras tecnológicas y económicas. Las infraestructuras energéticas existentes en muchos países en desarrollo están diseñadas para centrales de carbón o petróleo, por lo que adaptarlas a las nuevas tecnologías renovables requiere inversión significativa.
Sin embargo, las oportunidades son numerosas. Los países en desarrollo, al tener una menor dependencia de tecnologías antiguas, pueden saltarse generaciones de infraestructura basada en combustibles fósiles y adoptar directamente soluciones más sostenibles. Esto no solo contribuye a la reducción de las emisiones globales de carbono, sino que también genera una oportunidad para la creación de empleo y el desarrollo económico local.
Un ejemplo concreto es Kenia, donde la apuesta por la energía geotérmica ha transformado su sector eléctrico. En 2020, más del 45% de la electricidad del país provenía de fuentes renovables. Este cambio no solo fortalece su economía interna al reducir la dependencia de las importaciones de petróleo, sino que también convierte a Kenia en un líder regional en tecnología limpia.
Por otro lado, Sudamérica está demostrando ser un actor crucial en el panorama renovable gracias a la abundancia de recursos naturales. Brasil, por ejemplo, ha aprovechado sus vastas áreas de viento constante en el noreste para desarrollar parques eólicos masivos que ahora representan una parte importante de su matriz energética.
Para lograr estos avances, la cooperación internacional es esencial. Organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han incrementado sus inversiones en proyectos de energía renovable en mercados emergentes. Sin embargo, es crucial que los países receptores desarrollen marcos regulatorios firmes que atraigan inversión extranjera directa y garantices la sostenibilidad de los proyectos a largo plazo.
El rol de la innovación no puede pasarse por alto. Nuevas soluciones tecnológicas están haciendo que las energías renovables sean más accesibles y rentables para estos países. Desde baterías de almacenamiento avanzadas hasta microrredes solares en comunidades aisladas, la innovación está jugando un papel esencial en la superación de los desafíos logísticos.
Mirando hacia el futuro, el potencial es inmenso. Se espera que en las próximas dos décadas la transición a energías limpias en los países en desarrollo no solo ayude a combatir el cambio climático, sino que también logre democratizar el acceso a la energía y reducir las desigualdades. Sin duda, estamos en el umbral de un cambio paradigmático y los países en desarrollo tienen un papel protagónico que jugar.
La clave para maximizar los beneficios de esta transición será una combinación de políticas gubernamentales efectivas, inversiones bien dirigidas y una cooperación internacional robusta. Solo así se podrá garantizar que el paso a energías renovables no solo es una realidad, sino un factor de transformación económica y social.
El auge de la energía renovable en países en desarrollo: retos y oportunidades
